Por: Alexandra Castañeda Obando
Artista escénica Universidad distrital Bogotá
Estudiante de Historia-Universidad del Valle-Cali.
El Reggaetón es un
producto comercial de la industria cultural, que lejos de ser un ritmo
des-intencionado, es un producto que opera en el orden de lo cultural,
transmitiendo y fomentando una serie de actitudes, comportamientos, valores,
formas de ver el mundo, en la perspectiva de Bourdieau, de habitus, que consiste en unas prácticas, que dan cuenta
de estilos de vida particulares, están diferenciados y son diferenciantes,
operadores de distinción.
“Los
habitus son también estructuras estructurantes, esquemas clasificatorios,
principios de clasificación, principios de visión y división, de gustos
diferentes, producen diferencias diferentes, operan distinciones entre lo bueno
y lo malo (…) el mismo comportamiento o el mismo bien puede parecer distinguido
a uno, pretencioso a otro, vulgar a un tercero”.[1]
Este
estilo musical es promovido por la industria cultural, con el objeto de ser un
producto de consumo cultural de masas, por lo tanto, es fuertemente
publicitado, no exige esfuerzos intelectuales, ni dificultades de acceso para
su consumo. El reggaetón tiene auge en los barrios marginales de Puerto Rico,
retoma la base rítmica del hip-hop, el reggae y el rap, fenómenos musicales de
raigambre popular, que usualmente, recreaban un imaginario barrial, algunas
veces bajo un discurso de crítica social, anti-sistémico, etc.
“Hacia el año 1989, una nueva manifestación
cultural se apoderó de las calles de Puerto Rico, una música con un ritmo
pegajoso que invitaba a los jóvenes a bailar con movimientos sensuales al ritmo
de bajos electrónicos y letras cargadas de crudeza, pobreza, violencia y sexo.
A esta música, llevada de manera clandestina a los barrios deprimidos por
desconocidos compositores, se le llamó reggaetón.”[2]
Hoy la
estética rap es reelaborada en el discurso musical del Reggaetón, que se
promociona no desde los circuitos de la subcultura marginal del rap, sino desde
la industria cultural que lo enarbola como el producto del momento. El
reggaetón está dirigido a la población joven, los cantantes son jóvenes, o por
lo menos lucen como tales y muchas veces narran historias de amor y sexo entre
adolescentes, por lo tanto, son ellos, quienes más consumen este producto y
sobre quienes recae una fuerte carga ideológica.
El Reggaetón y el Imaginario Mafioso:
La industria
cultural sustituye a la escuela como nueva educadora, reproduce estereotipos,
roles sociales, que van en correspondencia con la economía predominante: la del
narcotráfico, se apela a una estética mafiosa, pero esta vez los apoderados son
bastante jóvenes, quienes rodeados de dinero consiguen sus propósitos. No es
gratuito que el sello discográfico del cantante Daddy Yankee, uno de los más
afamados reggaetoneros se llame “El cartel Records”, mediante el cual, lanza
uno de sus trabajos llamado “el cartel III: The big boss”.
“Los localismos encontrados corresponden a las jergas juveniles o
delincuenciales. Allí se ubican los términos: jeba, coba, ajores, motora,
tripeo, perro. Palabras que en muchos casos son utilizadas por los jóvenes que
escuchan este tipo de canciones.”[3]
El reggaetón,
promueve los anti-valores lumpenescos de la vida
fácil, el mensaje establece una relación
entre la felicidad y el éxito con los bienes económicos: autos, atuendos
y mujeres son la demostración del poder, representado en el dinero, las mujeres
operan como bienes materiales, se exhiben joyas, bajo una lógica de
ostentación, como diría Bourdieau, de distinción, que busca plantear la
diferencia entre los que tienen y en respuesta acceden a y los que no, los que
tienen la cadena de oro más gruesa y los televidentes que muy seguramente no la
tienen, pero que aspiran a ella; los ganadores, los dueños de la cadena, a la
postre son premiados con el éxito sexual respecto de las mujeres.
Ya la
relación formación académica-dinero no funciona, pierde legitimidad en un
contexto que muestra la posibilidad, para los jóvenes de ganar fortuna traquetiando, mientras las jóvenes se
preocupan por parecer sexys ante el futuro proveedor, en una lógica malsana que
las aleja del interés por la independencia económica a través del desarrollo
académico y profesional, en cambio, las vincula a la prostitución hacia el
mejor postor. Hoy más que nunca los conocimientos de la escuela se desconectan
de las vivencias juveniles.
Representaciones de lo femenino y lo masculino:
El Reggaetón
promueve los arquetipos tradicionales de la mujer y del hombre, la primera,
concebida como objeto de placer sexual y reproductivo, y el segundo vinculado a
ser el gran proveedor a través del acceso al dinero fácil, producto de las
actividades del narcotráfico y la criminalidad, valores patriarcales,
tradicionales, semi-feudales, recreados
en el escenario del mercado de consumo y en la lógica de legitimación de
este tipo de economía y sus características. Las mujeres son cosificadas,
masificadas, restándole importancia a su individualidad, por el contrario, las
hace bellas, apetecibles lo que hay en común entre todas y no lo que tienen de
particular, lo que las hace diferentes. Además, incita a la violencia de género y a conductas sadomasoquistas desde sus
canciones, que se traducen en conductas violentas de los jóvenes.
"La mujer (en el reggaetón venezolano principalmente) se considera como un instrumento sexual y es comparada con un animal salvaje cuyo sexo está relacionado con la zoofilia y el fetiche. Situación que trae consigo una carga de desvalores para la población que recibe este tipo de mensajes (…) Existe una recurrencia de diminutivos con valor afectivo especialmente en los apelativos para referirse al hombre o la mujer: mamita, papi, cachorrita. El 100% de los diminutivos se emplearon para representar al hombre y a la mujer. La vinculación hombre-mujer viene marcada por lexías que incitan al juego sexual o al sexo. Para referirse a las acciones efectuadas por los sujetos se utilizaron las palabras: tra, perreo, comer, morder, clavar y dar candela, expresiones que fomentan las relaciones bruscas, sadomasoquistas y fetichistas.”[4]
El lenguaje:
En materia de lenguaje no
reivindica la cultura latina, como quieren hacer creer muchos, en cambio mezcla
el español con el inglés, en el fenómeno conocido como spanglish, lo que le
permite proyectarse en los escenarios estadounidenses y mundiales.
“En relación con los procesos morfológicos se obtuvo como resultado el
uso de términos procedentes del spanglish. Palabras sin mecanismos de
asimilación al español, tal es el caso de: winning, gangster, bosster, weekends.”
Tanto hombres como mujeres
son re-significados en las letras de las canciones, asociándoseles con
animales.
“El hombre también es relexicalizado con las palabras: perro, gato y
pobre diablo. En los términos
hombre/mujer se emplearon lexías con preferencia animal: gata, cachorra, perro
y gato. Es decir, se pone en evidencia una vinculación humana/ animal en las
relaciones de pareja. Existe una marcada presencia de la lexía animal
(zoofilia) tanto en el agente/paciente como en las acciones que estos efectúan.
Se puede apreciar en las tres categorías: la hembra (gata), el hombre (gato
perro y perrito) y en la relación de pareja (perreo)”.
El lenguaje de los jóvenes se empobrece con este género musical, una
jerga zoofílica los concentra en códigos restringidos, según Berstein “El
concepto de código es inseparable de los conceptos de comunicación legítima e
ilegítima y, por tanto, presupone una jerarquía de formas de comunicación, así
como su demarcación y criterios (…) el código es un regulador de las relaciones
entre contextos, y a través de esas relaciones, regula las relaciones dentro de los mismos”[5].
En ese sentido, esa jerga los
margina y reduce su proyección académica y profesional; incluso, muchos jóvenes
no alcanzan a captar todas las palabras y frases que contienen las canciones,
lo que aún más demuestra una actitud seguidista, poco crítica e irreflexiva,
con una identidad endeble, que no tiene nada que defender, panorama que la
escuela debe entrar a cuestionar.
“Sin embargo, sigue siendo predominante el lenguaje
complicado y difícil de entender. Con un sondeo hecho entre los jóvenes que
escuchan el reggaetón, se comprobó que, en Bogotá, solo un 10% reconoce algunas
de las palabras y expresiones usadas por el género. De las percepciones que los
jóvenes tienen sobre el reggaetón, se infiere un panorama desolador: el de una
juventud desorientada, carente de valores colectivos y por lo tanto incapaz de
defender y consolidar una identidad propia; una juventud caracterizada más bien
por la pasividad, en el mejor de los casos.”[6]
La
construcción de identidad de los jóvenes se ve intervenida por este fenómeno
musical, poco puede esperarse en materia de autoestima, puesto que los
referentes culturales externos tienen fuerte injerencia en dicha construcción.
“(…)
estaríamos ante la presencia de los actos amenazadores de la imagen positiva de los
destinatarios (público), citando a Amparo Tusón (1997). Ya
que, al utilizar palabras que atentan contra la construcción de la personalidad
del destinatario, se contribuye a que se distorsione la forma en que se le
percibe, en este caso a la mujer. “Perras”, “lobas” y “gatas” son algunas
de las más frecuentes.”[7]
El raeguetón constituye un ritmo sexista, machista, pobre en contenidos
musicales y culturales, que garantiza, en palabras de Pierre Bourdieau, el
precario capital cultural de los jóvenes de las clases populares, teniendo en
cuenta, que son este tipo de población los mayores consumidores de este
producto musical. El capital económico develado en el reggaetón es grande, en
tanto que el capital cultural es mínimo, en una ecuación inversa.
[2] Gómez, Sandra. Sexo, droga y…Reggaetón.
Unimedios.
Universidad Nacional de Colombia. http://historico.unperiodico.unal.edu.co/Ediciones/113/22.html
[3]Urdaneta Marianela. El reggaetón,
entre el amor y el sexo. Análisis semiolingüístico. Trabajo de Grado para optar al título de MSc en
Ciencias de la Comunciación Mención Sociosemiótica. Universidad de Zulia.
República Bolivariana de Venezuela http://www.slideshare.net/MArianelaUr/el-reggae-7886587
[4]
Op. cit.
[5]
Bernstein, Basil. La estructura
del discurso pedagógico: clases, códigos y control. Morata,
Madrid, 1993.
[6]
Gómez, Sandra. Sexo, droga
y…Reggaeton. Unimedios. Universidad
Nacional de Colombia. http://historico.unperiodico.unal.edu.co/Ediciones/113/22.html
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