en enero 25, 2013
El zapato de salon,
el mejor complemento de baile, aparece en escena a principios del siglo
XVIII, reivindicando la sencillez de líneas y el poder del clasicismo.
Cómodos, elegantes y un tanto austeros, su entrada en el mundo de la moda y en el de la mujer fue realmente triunfal.
A través del paso del tiempo, este peculiar calzado ha sufrido toda
una serie de transformaciones, siempre pendiente de los gustos y las
necesidades manifestadas por los gráciles y delicados pies que se
deslizaban, y siguen deslizándose, bajo la piel y el charol…
Pieza clave del vestuario, el zapato de salón baila al son de las melodías más variopintas.
Su llegada fue recibida con la más calurosa bienvenida. A partir de 1750, la mujer encontró en este tipo de calzado
la mejor alternativa a, por una parte, las delicadísimas y frágiles
zapatillas que calzaban en casa y, por otra, a las muchas veces
dictatoriales y tiránicas botas que, cumpliendo la función del verdugo más despiadado, oprimían sus pies a cada paso que daban.
La amplitud de sus punteras y sus moderados tacones, que no sobrepasaban los cuatro o cinco centímetros, hicieron que se convirtieran en un verdadero paradigma.
Siglo XIX: música y baile
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, el zapato de salón comenzó a lucir sus mejores galas. El tacón
se estiliza y crece varios centímetros, las punteras se estrechan
paulatinamente y los más exquisitos adornos revisten con elegancia y
pomposidad las palas y las hebillas de unas sofisticadas piezas.
La piel de cabritilla, con una delicada reverencia,
cede su paso, a partir de finales de siglo, al brillo y la exquisitez
del charol. Una vez acicalado, el zapato de salón estaba listo para
deslumbrar al más apuesto caballero en los salones de baile. Música y zapatos de salón, absolutamente inseparables.
Siglo XX: belleza y comodidad
A partir de la década de los cincuenta, aparece el mítico y
cinematográfico zapato de salón bicolor. ¿Quién no recuerda aquellas
piezas con el cuerpo y gran parte del tacón de color blanco o beige y la puntera color negro? Realmente, marcaron estilo.
Hasta finales de los años sesenta, época en la que la mujer accedió plenamente al mercado laboral, el zapato de salón
no volvió a definirse con el adjetivo cómodo. Los años de fiesta,
charleston y twist dieron paso a las múltiples y agotadoras horas de
trabajo que cada mujer debía cumplir diariamente. Ante sus exigencias,
los diseñadores de la época se pusieron manos a la
obra, creando una gama más amplia de modelos, de números y reduciendo la
altura del tacón a menos de tres centímetros. Por fin se podía
encontrar en los escaparates un zapato adaptado a las necesidades de una
mujer con infinidad de compromisos que deseaba estar guapa sin
renunciar al bienestar.
Zapatos de salón; estilizan, embellecen y, lo más importante, son muy llevaderos.
https://modinblu.wordpress.com/2013/01/25/la-historia-del-zapato-de-salon-2/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario